Sintiendo Mariposas, por S. N.

Vivimos en un mundo en el que «sentir» a veces es un lujo que pocas personas se pueden permitir. Nos enseñan que tenemos que actuar medidos bajo una serie de especificaciones para que, supuestamente, todo nos vaya bien: tienes que estudiar para poder conseguir un buen trabajo, un buen trabajo para tener dinero, dinero para tener una gran casa, un gran coche, posesiones materiales en general, eso llevará a que «atraigas» a un compañero de vida con la que te casaras, tendrás hijos, nietos, te jubilaras y finalmente morirás.

¿Qué nos queda entre medias? ¿Dónde quedaron esas mariposas que aparecían en los cuentos de hadas? ¿Eran eso, solo cuentos de hadas?

¡¡Yo te digo que existen!! Esa sensación de cosquilleo cuando encuentras a una persona que es tu otra mitad, esa sensación de que el corazón se te va a salir del pecho cuando sientes el primer beso de esa persona a la que amas… ¡¡Amor!! Esa desazón, esos nervios, esas ansias de ver a esa persona una vez más, un mensaje suyo, una llamada, un encuentro fortuito… esas son nuestras mariposas.

Esa mirada que encuentras en un mal día y que te reconforta, esa mano amiga que cuando crees que estás cayendo aparece para salvarte de un vacío emocional, ese «mamá, te quiero» escuchado por primera vez de la boca de tu hijo, ese «sí, quiero» que jamás pensaste que te iba a emocionar. También esa sensación de levantarte una mañana y sentir que no necesitas más, que eres feliz, que todo lo que la vida te siga regalando es un plus que seguirá sumando mariposillas a ese santuario llamado alma que es nuestra esencia y nuestro ser, ese palacio interior donde estamos nosotros con nuestros sentimientos, y donde solo dejamos entrar a unos pocos agraciados a conocernos de forma plena, con nuestras mariposas y nuestras sombras.

Esas mariposas, que nos creíamos salidas de cuentos, existen, las tienes dentro, solo tienes que cerrar los ojos y buscar ese sentimiento que te emociona, que te hace sentir pleno, que te hace suspirar y vaciar de miedos los pulmones y al inhalar de nuevo los llenamos de ilusión, esperanza y mariposas. Porque no solo se sienten en el estomago, sino también en nuestros pulmones, nuestro corazón y nuestra mente. Déjalas que te guíen. Nunca dejes de sentir mariposas.

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