Sintiendo Mariposas, por C.P.

Recuerdo que hace un par de años, me hicieron el mejor regalo del mundo si cabe etiquetar. Cual niña pequeña me llevaron a ver un zoo, y para mi sorpresa a lo largo del recorrido aparecieron unas cortinas tras las cuales descubrí un paraíso, un mundo de fantasía, un territorio mágico: era EL PAÍS DE LA MARIPOSA o mi pequeña yo así lo denominé.

Cual sutiles ráfagas pasaban por delante de nosotros y exhibían sus colores como auténticos pavos reales. De pronto, una fina lluvia nos cayó humectando la estancia y refrescando su vegetación. Ahora más paradas y escondidas se las veían cada gota que posaba sobre las verdes hojas.

Recuerdo que me acerqué rápida a un arbusto donde una negriazul batía sus alas para asustar a sus compañeras. Extendí mi mano y la coloque en frente de ella. En ese instante ella paro y yo noté como se congelaba. ¿Quizá es que la haya molestado? ¿Quizá me debía marchar? Pero la respuesta llegó en apenas un segundo, cuando la pequeña dio un paso hacia adelante y se subió a mi mano.

Noté como mi boca se relajaba y formaba una línea curva en mi rostro, mis ojos brillaban de felicidad, emoción, alegría…

La pequeña caminaba por mi mano tímida pero decidida, sin aleteos, cual descubridora en un nuevo territorio. Cerré los ojos y reduje mi respiración, era tan placentero que sólo quería grabarlo para después reproducirlo en mi mente. En unos segundos abrió sus alas y sin apenas darme cuenta me dejó el mayor de los regalos. El momento más especial.

Ahora cuando el miedo se hace presa de mí, cierro los ojos, estiro mi mano y vuelvo a ese segundo, en el que por un momento animal y persona fuimos uno. Al instante donde SENTIR MARIPOSAS, me calmo, sonrío y puedo continuar.

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